La nariz ideal
No existe una nariz ideal. A cada rostro, a cada cara, a cada conjunto de facciones, le corresponde una nariz.
Para facilitar el estudio de las proporciones estéticas faciales y, por tanto, acercarnos a las dimensiones ideales de la nariz, podemos dividir verticalmente la cara en tres secciones: desde el nacimiento del pelo hasta la raíz de la nariz (glabela), desde este punto hasta la base de la nariz y desde aquí hasta la parte más inferior del mentón.
La cara puede ser dividida también en cinco partes verticales, en las que la base de la nariz equivale a la distancia intercantal (distancia entre los dos cantos internos de los ojos) y otras dos líneas verticales desde el canto externo de los ojos.
La anchura de la nariz y de su base es aproximadamente la distancia entre los cantos internos de los párpados, mientras que la altura del labio superior es aproximadamente la mitad que la del labio inferior y mentón.
Análisis facial
Todo rostro es un poema donde los versos armonizan en musicalidad y ritmo y donde la metáfora enriquece su lectura. Son versos cada uno de sus componentes: la piel, el pelo, la altura de la frente, las proporciones de la nariz, los ojos, cada una de las líneas que configuran la cara, la boca… Éstos determinan la estructura, la forma, o el continente. Por otra parte, el contenido se expresa en la mirada, en el gesto, en los movimientos, en la intención, el deseo o el ánimo. Actualmente se entiende que ambas características, forma o apariencia y fondo o contenido, configuran una unidad y están relacionadas de manera dinámica, evolucionando y transformándose. De la misma manera, no cabe la aplicación rigurosa de cánones o medidas académicas, que, como ocurrió en el arte, sólo llevan a la teoría de la imitación, al culto de lo estereotipado. La estética no es rigidez, la estética es plástica, versátil, y la belleza un ideal, una abstracción. Es por eso que fallaron todos los intentos por reducir la belleza a números o limitarla a la forma. La singularidad, el carácter, la mirada, han predominado.
La nariz es, también, la estructura clave del perfil facial. Frontalmente ocupa el centro de la cara, pero también el triángulo formado por las prominencias del mentón y de los pómulos. Se asienta en el maxilar superior, del que depende su proyección global.
Proporciones faciales y rinoplastia
Los cánones de las proporciones de la cara ya fueron estudiados en la antigüedad por Vitruvio, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Alberto Durero y, más recientemente, por Quetelet, Seggel, Richer, Etratz, Schadow y otros. Estas normas no son invariables, pero sí útiles para expresar desviaciones de las formas normales. Nuestra misión es corregir los defectos y prevenir las alteraciones sin salirnos de las leyes de armonía.
El ojo humano, en un primer contacto con un rostro, realiza a cierta distancia un repaso global del objeto observado, procurando asociar algún elemento que le resulte familiar. En segundo lugar, ya más cercano, se detiene en los puntos más llamativos por anómalos, próximos o luminosos. En realidad, lo que más llama la atención es lo anormal: el desequilibrio o falta de armonía de las partes, es decir, aquello que haga que un rostro sea no normal: desde un tumor, una mancha, una nariz grande, unos ojos pequeños, etcétera.
Aprendemos o nacemos con unas proporciones y una estética que están impresas en la naturaleza y que han sido estudiadas desde la antigüedad. No son éstas unas formas rígidas, sino que se determinan en relación a su entorno: la “Divina Proporción”.
Cuando realizamos una operación para mejorar el aspecto de la nariz de un paciente nos enfrentamos con dos dificultades básicas: una técnica y otra artística. La técnica se salva con el estudio y la experiencia. La artística, sin embargo, exige unas cualidades básicas que pueden limitar el resultado final de una rinoplastia llevada a cabo perfectamente.
Con el fin de facilitar su ejecución y asegurar los resultados, se ha intentado repetidamente encuadrar las medidas y proporciones faciales en cánones y reglas que, no obstante, no consiguieron salvar la dificultad que acarrea la individualidad: al igual que las huellas digitales, no hay dos rostros iguales, lo que hace que la rinoplastia sea una de las intervenciones más complejas de la cirugía plástica.
Descartado, por tanto, el tratamiento rutinario de la nariz estética, únicamente cabe un estudio minucioso de sus alteraciones. Es más, el análisis no puede limitarse a la nariz, sino que se han de valorar todas aquellas estructuras faciales que entran en juego en la conformación del rostro, ya que cualquier modificación de una repercutirá en las demás.
Es evidente la necesidad de un conocimiento riguroso de la anatomía, fisiología y técnica operatoria de la nariz. Principalmente, de los diversos procedimientos quirúrgicos aplicables a la corrección de cada deformidad. Su elección ha de ser hecha con suma precaución y siempre encaminada a alcanzar el resultado que tenemos en mente.
Número de oro o Divina Proporción
Hagamos un experimento: coja papel y lápiz y dibuje una recta de la dimensión que quiera. Fíjese bien en ella, y después, divídala en dos partes desiguales mediante un pequeño trazo, de tal manera que los dos segmentos sean equilibrados y proporcionalmente agradables. Mídalas. Podrá comprobar que la menor es aproximadamente un 62% de la mayor y que ésta es un 62% de la recta completa. Fray Paciolo di Borgo, monje italiano, enuncia en 1509 una fórmula matemática cuya aplicación da una constante a la que denominó “Número de Oro” o “Divina Proporción”. Utilizada de forma empírica en la antigüedad, esta “Divina Relación” se encuentra cuando, realizando el ejercicio anterior, el segmento menor está en la misma proporción con respecto al mayor que éste y con respecto a la suma de ambos, es decir, con respecto al total. Este número equivale al 62% y es exactamente 0.618.
Curiosamente, esta proporción, considerada como la más armoniosa para la sensibilidad humana, se corresponde con las proporciones que nos presenta la naturaleza. La misma relación la encontramos entre las diferentes medidas de la cara, en las ramas de los árboles, en los cristales minerales, en las conchas marinas y en un largo etcétera.
Es sencillo comprobarlo entre los ejes mayor y menor de un huevo de gallina, entre la anchura de la nariz y de la boca, o entre las distancias comprendidas desde el pelo de la frente hasta la base de la nariz y entre ésta y la barbilla, etcétera.
Deducimos de estas sorprendentes «coincidencias» que nuestra sensibilidad está condicionada ancestralmente por unas proporciones presentes en la naturaleza. Fruto de la observación humana a través de los tiempos, estas relaciones se han transformado en arquetipos, se han estereotipado. Por lo tanto, dada esta proporción, podemos entender que nuestra percepción de lo bello está supeditada a la armonía de las medidas, y se explica que, a pesar de lo relativo del concepto de belleza, podamos considerar la existencia de una belleza absoluta.
El canon: medidas y proporciones
Egipcios, griegos y más tarde en el Renacimiento, los artistas y filósofos, en un intento por comprender la belleza del Universo, procuraron encontrar los cánones de las perfectas proporciones: medir y convertir en números el sutil equilibrio entre las partes y el todo. Pitágoras entendía la armonía como la unidad de las diversidades y la integración de las diferencias.
El ideal clásico de la belleza era el hombre inmutable y perfecto que existía implícitamente en la especie humana. La belleza era identificada con el placer producido por la contemplación de esas primeras formas eternas, más fruto del intelecto que de los sentidos. Así, la altura del hombre ideal es de ocho cabezas para Leonardo, o de siete para Durero. El centro corporal es el ombligo, que divide al cuerpo en dos partes cuya relación también cumple la regla de la “Divina Proporción”.
El rostro puede ser dividido en tres partes iguales, superior, media e inferior, correspondiéndose con la frente, la nariz y la boca. La oreja tiene la misma inclinación que la nariz y al mismo tiempo, oreja y nariz tienen la misma longitud que el dedo pulgar. El espacio comprendido entre los dos ojos equivale al tamaño del ojo, que a su vez, se corresponde con el tamaño de la base de la nariz y así sucesivamente.
La simetría
El cuerpo humano, como el de todos los vertebrados, posee una simetría bilateral característica (simetría axial o vertical), que consiste en que una parte del cuerpo se corresponde con la contralateral, es decir, que la parte izquierda del cuerpo es semejante a la derecha. Pero esta simetría no es completa puesto que presenta órganos asimétricos, como el corazón o el hígado e, incluso entre las partes correspondientes, como las manos o los dos lados del rostro, no existe una simetría perfecta.
Esto es particularmente evidente si dividimos una fotografía de un rostro en dos mitades con una línea vertical. Al repetir cada una de las mitades de manera especular y juntarlas podremos comprobar que el nuevo rostro formado por la unión de las mitades del lado izquierdo se parece poco o muy poco al formado por la repetición de los dos lados derechos.
De la misma manera existe un lado predominante, normalmente el derecho (el izquierdo en zurdos), que es de mayor tamaño que el no dominante, detalle fácilmente comprobable si ponemos juntas nuestras propias manos y comparamos sus tamaños.
La asimetría
Si bien podemos considerar que cierto grado de asimetría es normal, tanto en el cuerpo como en el rostro, existen casos de verdaderas asimetrías, las cuales en determinadas ocasiones, son causa de importantes trastornos. La asimetría facial leve es absolutamente normal y es normal tener un lado de la cara mayor que el otro, tanto a lo ancho como en lo alto, tener una ceja más alta, un párpado más bajo, la nariz o los labios algo desviados, etc. Estas asimetrías se deben a diferencias en el crecimiento de las estructuras óseas de cada lado y, en ocasiones, a la mayor o menor expresividad de cada lado de la cara.
Aunque pocas veces el grado de asimetría es tan importante que precise tratamiento, en raras ocasiones puede ser necesario recurrir a la cirugía cráneo-maxilo-facial y, más frecuentemente, podemos obtener una simetría adecuada mediante la utilización de prótesis faciales sólidas o implantes inyectables reabsorbibles.
Biología de la belleza
La simetría y las proporciones nos trasmiten los ritmos del crecimiento y desarrollo de la naturaleza. En la naturaleza los animales escogen a su pareja por las características físicas, que van unidas a la habilidad de engendrar o de cuidar a las crías, y en el ser humano – indudablemente más complejo – a estos signos se añaden otros factores psicosociales.
No obstante, entre los rasgos físicos que determinan la elección y una característica que todos los humanos, independientemente del sexo o la edad, valoran a la hora de juzgar el atractivo de una persona es la simetría. Esta tiene relación con la belleza física y, según estudios recientes, con el atractivo físico y con la salud.
Nuestro cerebro está capacitado para detectar y considerar sexualmente atractivos aquellos estímulos corporales que son indicadores de un mayor potencial reproductor. Nuestros circuitos neuronales son el resultado de un proceso evolutivo, han sido diseñados por la selección natural para resolver los problemas a los que los humanos se han enfrentado a lo largo de su historia: encontrar pareja, conseguir alimento (cazando y recolectando), buscar aliados, defenderse de los enemigos, criar a los hijos, etc. Al parecer, la simetría corporal es un indicador de un buen sistema inmunológico, lo que reduce notablemente el riesgo de que el potencial padre caiga enfermo.